Veíamos mal la
perspectiva. Ese era nuestro problema.
Si algo se puede decir,
casi con rotundidad a día de hoy y de modo unánime, es que la serie
revelación de este primer periodo de 2014 ha sido True Detective. La
serie de detectives de HBO protagonizada en su primera temporada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson
ha causado verdadero furor entre los fans.
La historia de Martin Hurlt (Harrelson) y
Rustle Cohle (McConaughey) y de la investigación en el año 1995 de
un asesinato con aires de ritual satánico y un posterior asesino en
serie cuya pista parece seguir viva diecisiete años después, ha
cautivado a miles de ávidos seriefilos y amantes del género
policíaco.
"La reinvención del genero", "Una
serie imprescindible", "La serie del año" y así, un
comentario tras otro de alabanzas, buenos haceres y magníficas
interpretaciones. Lo cierto es que bien merece la serie ser vista
solo para sorprendernos una vez más con McConaughey, quien derrocha
todo el talento que ha estado desperdiciando durante tantos años.
Su personaje sin duda, es EL personaje. Un
tipo raro, inquietante y oscuro. Al borde de la locura. Cercano a la
genialidad. Mundano en general y sin nada especial. El personaje de
Harrelson, por el contrario, es un tipo normal, un padre de familia
con un lío de faldas. Por momentos bobalicón. Y la mayoría del
tiempo impredecible, irracional e iracundo.
Ambos contrarios y sin embargo complementarios.
Y ahí reside el alma de la serie. La razón de que guste, triunfe y
se la alabe. Y es que por momentos perdemos el hilo de la
investigación para pararnos, adentrarnos y deleitarnos en las vidas
de estos personajes.
Aparte de este peculiar totem y la inquietante
caza del asesino; la serie maravilla y conquista también por esos
pequeños detalles, que la hacen especial y la diferencian de otras
de su género: su música, su cabecera, su plano secuencial del
capítulo 4, su escenografía oscura y sombría y esas referencias
omnipresentes a Lovecraft (Que para mi eran totalmente desconocidas y
que descrbrí gracias a este artículo donde te explican muy bien los origenes del Rey Amarillo y Carcosa.)
Analizando todo esto, se entiende porque las
alabanzas eran unánimes. Claro que luego llegó el capítulo 8 y ese
final "raro" que pocos se esperaban.
(Nunca
creí que diría esto, pero...) a partir de aquí si no has visto el
final no sigas: ¡¡¡Spoilers
!!!.
Para muchos, fue decepcionante descubrir que
finalmente, el asesino, era un tipo normal, que como siempre
pasaba por los primeros capítulos desapercibido, y que las teorías
conspiranoicas que no paraban de tejerse en sus mentes, no tenían
cabida en un fin de temporada que cerraba la historia del asesino de Louisiana de un modo
más o menos feliz.
Pero el problema ya nos lo adelantaba Rustle en
uno de sus inquietantes monólogos sin sentido aparente e ingenioso de
todos modos: No lo estábamos viendo desde la perspectiva adecuada:
veíamos la esfera y no el círculo. Nos cegaba el hecho de
encontrar al asesino, de que su descubrimiento nos sorprendiera y nos
dejara sin aliento. El momento cumbre. La adrenalina. El gran final.
Y al final, siempre se trató del camino.
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