Si no has visto el final de temporada de Bajo Sospecha recomiendo que no sigas leyendo.
Al final resultó que el
asesino era un miembro de la familia. Sí, de eso no nos cabía duda.
Nos hubieran sorprendido si después de 7 capítulos apuntando en esa
dirección hubieran optado por hacer lo contrario. Quisieron dejarlo
entrever al principio del octavo capítulo, pero esa acusación de
pederastia a Vidal no cuajo, ni siquiera duró más de cinco minutos
en pantalla. Ni siquiera tuvo sentido más allá del de rellenar un
capítulo final que aportó grandes sorpresas pero que solo consiguió
diluir la calidad de la serie hasta el momento.
Bajo Sospecha había
conseguido unir a la crítica en dos cosas: la primera eran los
elogios a una serie de policías diferente a las vistas hasta
entonces, de una sola temporada, y con un caso bastante misterioso.
Su atmósfera claustrofóbica contribuyó a esta conquista del
público, que semana tras semana la seguía, a pesar de los cambios de
día y a pesar de su enfrentamiento con la que será sin duda la serie
del año, El Ministerio del Tiempo (La audiencia no lo es todo,
gracias a Dios).
La segunda cosa en el que
muchos coincidían tenía nombre y apellidos: Blanca Romero y no eran
elogios lo que proferían.
A pesar de ello, lo
primero pesaba más que lo segundo, y capítulo tras capítulo, la
familia Vega nos atrapaba en su red de mentiras y engaños. Hasta
ayer, supongo.
El desenlace fue como un
bluf, triste y sorprendente, a pesar de que en el capítulo
anterior ya se intuían por dónde iban los tiros. A mitad del
capítulo descubrimos por fin que quién secuestró a Alicia Vega y
asesinó a su prima Nuria, era la misma persona. Aunque todos en la
familia Vega escondían vidas oscuras con secretos sombríos, y
parecían tener motivos ocultos para ser los asesinos, y a todos se
culpó a lo largo de la serie, al final nuestros policías estaban
investigando un juego de niños. Tan fácil como eso.
Los primos Vega trazaron
el plan de esconder Alicia durante la comunión, para que sus padres, que habían
descubierto que tenían un affair, no huyeran juntos. Luego,
cuando Alicia quiso terminar el juego su hermano Pablo la encerró; y
cuando de casualidad consiguió salir de la cabaña, la atropellaron,
provocándole la muerte en el capítulo 3. Con Nuria pasó otro tanto
de lo mismo, pero esta vez Pablo la acabó matando de forma accidental durante un forcejeo.
Sorpresón, consternación
o ganas de rizar el rizo. El final no ha dejado indiferente a nadie,
más cuando ha sido el capítulo peor ejecutado de la serie. Un final
demasiado rápido, se pasan más de medio capítulo
explicando la historia de nuevo desde el principio, volviendo a
repetir escenas que ya teníamos vistas, y apenas nos dejan
cinco minutos para ver qué pasa una vez termina el caso.
El precipitado final nos ha revelado uno de los errores más
importantes de ésta serie: lo poco o nada que profundiza en las vidas de
sus protagonistas, creando unos personajes principales planos y superficiales que se agotan una vez que el caso está resuelto. Y cuando esto pasa, los personajes son incapaces de sustentar por sí mismos la continuidad de la serie. Ni la conversación de Laura y Carmen, ni la de Víctor con su padre, nos aportan absolutamente nada. Quieren dar matices a los protagonistas demasiado tarde. Aún menos aporta ese beso que cierra la serie. Víctor y Laura
jamás han tenido ni pizca de feeling, mucho menos de
tensión sexual, y aún así, sí, nos han vuelto a colar el romance
entre sus protagonistas en otra serie española.
La duda que me surge
ahora es si Antena 3 hizo bien en pedir reducir en dos capítulos la
serie, que originalmente tenía 10. Quizás si hubieran emitido los
10 capítulos nuestros protagonistas hubieran tenido más matices y entenderíamos cosas como ese beso, o la trama de cinco minutos de las fotografías pornográficas,
o qué hizo Andrés Vega durante ese tiempo que estuvo ausente.
Y a todo esto... ¿Quién
demonios asesinó a la profesora de primaria?
Al final, ese va a ser el
gran misterio.