Las marismas del
Guadalquivir nos trajeron uno de los films españoles que más
interés ha suscitado en el último año, el reconocimiento de la
crítica tras su presentación en el Festival de San Sebastián le
valió el apoyo del público; traducido a una recaudación superior a
los seis millones de euros. Ahora suma haber sido la gran triunfadora
de los Goya 2015 con diecisiete nominaciones y diez estatuillas en su
poder, incluyendo los premios gordos: Mejor Director y Mejor Película.
La Isla Mínima es un
thriller creado por Alberto Rodriguez y protagonizado por Raúl
Arévalo y Juan Gutierrez, que nos cuenta la historia de dos policías
de Madrid que se ven obligados a desplazarse a un pequeño pueblo del
sur para investigar la desaparición de dos jóvenes.
La película transcurre a
principios de los años ochenta, lo que dota a la historia, no sólo
de un caso que resolver, sino de un trasfondo político y social que
tendrá mucho peso en cada uno de los personajes y en el desarrollo
de la propia investigación. Tiempos convulsos para historias
sombrías.
Uno de los puntos fuertes
del film es su fotografía. La Isla Mínima te atrapa en sus luces y
sombras, en sus marismas; te ahoga, te abruma y te aterra, y todo
ello es fruto del gran trabajo fotográfico detrás de la cámara.
Los planos aéreos
también son otro gran punto fuerte. Su comienzo, con las marismas
del Guadalquivir vistas desde el aire revelándose ante nosotros como
un enorme cerebro, un laberinto, o quizás ambas se convierte en toda
una metáfora de lo que el film va a ofrecernos: ¿Conseguirán
nuestros protagonistas resolver el misterio?¿O quedarán atrapados
en medio de un laberinto sin salida?¿O quizás pasen ambas cosas?
Uno de los comentarios
más oídos y leídos en las redes sociales y resto de blogs dedicados
al cine, es el parecido que tiene la película con una de las series
de más tirón del pasado 2014: True Detective.
Podemos empezar a sacar
similitudes con la fotografía, que nos transmite ese ambiente de
tensión y angustia que tan bien consigue recrear la serie de HBO;
sus protagonistas, una pareja de detectives, uno más joven y otro
mayor, uno más inteligente y otro más rudo, ambos opuestos y a la
vez complementarios, sí, estos detectives también se parecen a Hulrt
y Cohle; Y ese crimen tan perverso, si, quizás en eso también son
parecidas.
A pesar de las
similitudes parece ser que todo forma parte de una peculiar
casualidad. El film se rodó en octubre de 2013, y la serie de HBO se
estrenó en Febrero de 2014. No hubo, por tanto, manera de que su
director conociera a los detectives de Pizolatto.
Aún así, la
coincidencia no deja de ser paradójica, máxime si tenemos en cuenta
que en su día ya pasó con Pablo Berger y su Blancanieves, quien
después de diez años gestando el proyecto éste vio la luz en un
año en el que no solo se lanzaron dos versiones diferentes del
clásico de Disney, sino que The Artist se adelantó con la original
idea de hacer una película muda. ¿Coincidencia u oportunismo? o
quizás nuestros cineastas sean unos auténticos visionarios, que
simplemente tuvieron la mala suerte de trabajar en un país donde la
industria audiovisual patria aún es vista con recelo y está llena de prejuicios.
Sea como fuera, La Isla
Mínima no es True Detective, ni fue creada con tal fin, solo una vez
que entendamos esto podremos comprender el logro tan grande que ha
conseguido ésta película.
A mi el film me ha
conquistado, sobre todo por ese final, que no deja de ser una
alegoría para todos aquellos que siguen creyendo que sin los giros
finales de guión no se pueden contar buenas historias.
Que el laberinto no nos
impida ver las marismas.
Y sí, quizás en eso se
parezca también a True Detective y su Teoría M.